Djebel Muza, la otra Columna de Hércules junto con el Peñón de Gibraltar |
El 24 de marzo partimos los tres juntos en un ferry desde Algeciras a Tánger para disfrutar de la avifauna norteafricana hasta el 1 de abril, un viaje ambicioso que ya desde el mismo barco me empezó a dar frutos viendo aves marinas. Además de los alcatraces (Morus bassanus), que ya vi en Santander un mes antes, tuve observaciones de especies nuevas con las pardelas cenicientas (Calonectris diomedea), un págalo parásito (Stercorarius parasiticus) y un págalo grande (Stercorarius skua) mientras veíamos a aves migradoras como vencejos y milanos haciendo el gran esfuerzo de cruzar el Estrecho con sus fortísimos vientos.
La mañana del domingo 25 nos esperaba llena de promesas en nuestro primer día de aventuras marroquíes propiamente dicho. El bosque de cedros de Azrou era el primer destino, donde empezamos a ver pájaros forestales que tenemos en nuestra fauna ibérica como el trepador azul (Sitta europaea), pero también la subespecie norteafricana del pinzón vulgar (Fringilla coelebs africana).
En un concurrido puerto de montaña con puestos de venta y turistas ya pudimos ver los primeros macacos de Berbería (Macaca sylvanus), unos ejemplares muy descarados y confiados al estar acostumbrados a la gente. No fue el caso con los que encontramos al adentrarnos en el bosque, mostrando ya más recelo ante nosotros.
Ya parecía que nos iríamos sin ver al pito de Levaillant (Picus vaillantii), antes considerado subespecie del pito real y ahora elevado al rango de especie (ya veis en la foto que apenas hay diferencias físicas), pero insistiendo al seguir sus reclamos conseguimos ver uno cobijado del frío y la lluvia en un gran cedro.
Por si no fuera bastante con esta preciosa novedad, también vimos allí la primera alondra cornuda (Eremophila alpestris) del viaje, especie que ya veríamos mejor al visitar otros sitios más adelante.
Llegamos a una altiplanicie entre los pueblos de Zaida y Midelt, con el Medio Atlas a nuestras espaldas y el Alto Atlas al frente con sus cumbres nevadas. El fuerte viento que soplaba era helador pese a que pueda parecer lo contrario viendo el entorno de las fotografías, y es que a partir de ese momento ya no dejaríamos de estar en ambientes áridos y desolados.
Cualquier pájaro pequeño nos llamaba poderosamente la atención al estar ya en zonas para especies desérticas, pero de momento eran especies "nuestras" como el colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus) o la collalba gris (Oenanthe oenanthe) en viaje migratorio, hasta que no tardaron en ir apareciendo las primeras collalbas desérticas (Oenanthe deserti) que desde ese momento nos acompañarían durante buena parte del viaje.
Íbamos viendo una carraca volar sobre resecos pedregales, milanos negros luchar contra el viento, alcaudones comunes posados en cualquier sitio o el águila calzada (Hieraaetus pennatus) de la foto planear entre grandes ejemplares de sabina. También nos llamó la atención la capacidad de la subespecie africana de piquituerto (Loxia curvirostra poliogyna) para colonizar nuevos territorios al estar presentes en un pequeño pinar de repoblación rodeado de de la árida desolación que podéis ver con vuestros propios ojos en las imágenes.
En esa primera parada al azar nos llevamos como premio nuestro primer colirrojo diademado (Phoenicurus moussieri), un pajarillo realmente precioso que estaba acompañado por otros pájaros rupícolas de nuestra fauna ibérica como lo son el roquero solitario (Monticola solitarius) y la collalba negra (Oenanthe leucura). Javi y Alberto vieron también un escribano sahariano que yo me perdí, pero no importaba demasiado porque en adelante se convertiría en una especie muy habitual.
Allí finalizamos la primera gran jornada pajarera, muy productiva e intensa, y nos fuimos a pasar la noche a Errachidia pagando la novatada de ir sin tener nada reservado y tener que dormir en el primer hotel cutre que vimos, error que subsanamos de ahí en adelante.
Y esto es sólo el principio, porque se avecinan publicaciones de lo más emocionante.